Mercado de Algeciras


1933-1935

EDIFICIO|LáMINA DE HORMIGóN ARMADO
ANDALUCíA | CáDIZ | CAMPO DE GIBRALTAR



Descripción:

Indudablemente, las cubiertas del Mercado de Algeciras, del Hipódromo de la Zarzuela o del frontón Recoletos construidas por Eduardo Torroja en los 1930 son protagonistas absolutos de los tres edificios. sus formas laminares suaves y precisas tienen suficiente capacidad de seducción para anular cualquier otro de sus rasgos. Pero sería muy desconsiderado con el gran ingeniero suponer que esas formas son el fruto espontáneo de la tecnología y no el laborioso resultado del dominio formal de ese nuevo tipo estructural creado por él y expresado con suave elegancia.

El Hipódromo y el mercado de Algeciras son láminas de hormigón armado y así serían tratadas en un libro de estructuras, pero responden a estructuras de cubierta sustancialmente diferentes tanto en su comportamiento estructural como en sus consecuencias para la arquitectura. La cubierta del mercado de Algeciras (1933), desarrollada como un casquete esférico de 48 m de diámetro, recortado en octógono y soportado por ocho pilares zunchados por un anillo exterior pretensado. El borde exterior de la cubierta se rigidiza por medio de unas viseras en forma de bóvedas cilíndricas, cuya intersección con el casquete se regruesa para obtener mayor sección resistente. En el disco central situado en lo alto de la cúpula, la superficie de la lámina se sustituye por una celosía de hormigón triangulada que aligera el peso propio en la zona de máximas flexiones y permite la entrada de luz al mercado.

En el hipódromo de La Zarzuela o en la reciente terminal T4 del Aeropuerto de Barajas, el sistema estructural no supone límites para el edificio, que muestra su disposición a ser ampliado como componente esencial de su concepción. En ambos casos, la planta dice poco, pero la sección es definitiva para la comprensión del edificio. Del espacio controlado de Algeciras a la infinita sucesión de pórticos de La Zarzuela o Barajas hay tanta diferencia como para distinguir entre un ámbito y un recorrido.

Ese control del espacio llega a asfixiar al mercado en su propia rigidez geométrica, al depender estrictamente de una estructura que no es susceptible de ninguna libertad formal. Sucede lo mismo con el restaurante de Totxilico de Félix Candela, recientemente reproducido en Valencia, o con cualquier otra estructura aprisionada en un círculo. Por seguir con Torroja, muy distinto es el caso del Frontón Recoletos que es una forma cerrada, en cuanto las vigas cilíndricas se apoyan en los extremos ciegos del edificio, pero su sección lobulada consigue liberar el espacio para que fluya hacia las gradas y lo rescata de la geometría.

Las láminas de hormigón surgidas en los años veinte del siglo pasado y llevadas a su máxima perfección por Eduardo Torroja representan otra clase de innovación. En el desarrollo de las láminas confluyen unos métodos de cálculo estructural más evolucionados, un mejor coocimiento del hormigón armado, incluidos sus problemas de retracción y posteriormente los de fluencia. Muchas estructuras metálicas envejecidas u obsoletas son reemplazadas por otras de hormigón, y una nueva estética de lo construido basada en los principios modernos de enorme influencia. Las tres obras maestras de Torroja en Algeciras, Recoletos y la Zarzuela suponen una depurada culminación del proceso creativo que caracteriza su obra de antes de la guerra. Su posterior desuso no significa que las láminas de hormigón armado hayan desaparecido del catálogo de posibilidades estructurales pero, aunque hayan surgido esporádicas realizaciones posteriores de cierto interés de la mano de Félix Candela o Heinz Insler, se trata de ejercicios fuera de contexto. Cuando Torroja propuso sus láminas, éstas eran la mejor solución posible dentro de los conocimientos, materiales y técnicas disponibles en su momento, y eso las acercaba a la excelencia. Luego ya no volvió a ser así, y las numerosas soluciones con materiales más ligeros, realizadas en la segunda mitad del siglo, no restan un ápice al valor de las obras de Torroja, pero las sitúan en su peculiar momento cultural, cuando el hormigón armado reinaba en todo su esplendor.

Estas obras tuvieron un enorme impacto en el desarrollo de cubiertas de hormigón armado y fueron decisivas en el establecimiento de una pretendida ‘estética del hormigón’, que tuvo gran predicamento en varias generaciones de ingenieros estructurales. En verdad, las obras de Torroja son espléndidas y constituyen un
verdadero hito para la ingeniería estructural, pero no sucede exactamente lo mismo con las teorías que de ellas se han derivado.

Sin entrar en la lógica obsolescencia de los métodos de cálculo desarrollados para abordar las láminas, muy exigentes en conocimientos matemáticos y demandantes de mucho trabajo para su aplicación, resulta curioso el escaso éxito de las formulaciones de teorías estéticas surgidas de tan loables obras. Y eso que todas ellas nacen de la propia reflexión de Torroja en su seminal Razón y Ser, un libro de extraordinaria repercusión en el quehacer de varias generaciones de ingenieros. Y, a pesar también, de la enorme labor de promoción realizada por la International Association for Structural Shells IASS, fundada por el propio Torroja en 1959.
Quizás, esa ineficacia teórica surja de la propia limitación que encierra el título de lo que se pretende, una estética ligada a un material de construcción. Una estética del hormigón supone un empeño extraño, probablemente tan extraño como una estética de la piedra o de la madera. Pues no parece que el hormigón tenga ninguna específica cualidad que permita escapar a la dificultad genérica de tal intento. Se trata, sin duda, de un material importante para la construcción, quizás el más importante si se incluyen otras obras de ingeniería como los puertos, las carreteras o las presas, además de las estructuras. Pero eso no comporta que sea sencillo establecer una teoría o unas formulaciones estéticas sobre él.
Un rápido examen de lo escrito sobre el tema conduce directamente a una inicial decepción. Muchos constructores, tanto ingenieros como arquitectos, lo intentaron, quizás empujados por el éxito de público cosechado por sus obras. Pero quizás carecían de formación suficiente para abordar tal tarea y a menudo el resultado fue mediocre, cuando no penoso a pesar de la excelencia de lo construido con las láminas. Por otra parte, nunca hubo un acuerdo básico sobre las posibilidades expresivas del hormigón, asunto polémico desde que entró en escena.
Ya en 1911, Juan Manuel de Zafra, eminente ingeniero y profesor de hormigón en la Escuela de Ingenieros de Caminos, escribió que el hormigón no es un material arquitectónico cuyas líneas fundamentales formen un conjunto que llame la atención; es un material utilitario cuyo aspecto es subsidiario de la economía. Evidentemente, Zafra no tenía razón, aunque cabe aducir en su favor que en esos años lo mejor del hormigón estaba por llegar; Torroja todavía era sólo su alumno aventajado, Maillart acababa de empezar y Perret no había trascendido fuera de su mundo. Pero este temprano estigma, del cual Zafra no era autor sino simple vocero, acompañó siempre al material y está vivo todavía hoy. De hecho, la expresión ‘de hormigón’ se sigue utilizando como etiqueta connotativa cuando se quiere denostar lo construido.
De forma similar, tampoco las obras posteriores han llegado a alcanzar la frescura de las propuestas iniciales de Torroja. Destacados ingenieros como Candela o Isler han construido importantes estructuras laminares pero, por ahora, la crítica ha sido bastante unánime y nunca les ha concedido un rango similar al conseguido por las obras del maestro. Gran parte del primer trabajo posterior a Torroja se centró en la manipulación de formas derivadas de las primicias del maestro.

Bibliografía:

Aguiló, Miguel; 2008. Estructuras para edificios singulares españoles. ACS, Madrid, p. 33-34, 48.

Aguiló, Miguel; 2008. Forma y tipo en el arte de construir puentes. Editorial Abada, Madrid, p.83.

Aguiló, Miguel; 2011. Grandes Cubiertas Españolas. ACS, Madrid, p.40, 108-110.

Candela, Félix; 2010. Los cascarones de concreto armado como solución constructiva del problema de la cubierta. En: Cueto Ruiz-Funes, Juan Ignacio del (com.). Félix Candela 1910-2010. IVAM-Instituto Valenciano de Arte Moderno, Valencia: 263-286.

López Palanco, Rafael; 2002. La expresión estética del hormigón. En: Escrig, Félix (ed.); 2002. Cubiertas laminares = Shell roofs. Star. Structural Architecture, 4. Grupo de Investigación Tecnología Arquitectónica de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2.ª ed.: 5-24.

Valoración:


Significativa

Muy alto interés

Alto referente en la memoria colectiva

Muy singular

Conservada según proyecto original

Impulsor de la atmósfera del lugar