Ría de Nervión en Bilbao
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PAíS VASCO | VIZCAYA | GRAN BILBAO
La ciudad de Bilabao ha sido objeto de una gran transformación y ha conseguido funcionar mejor, gustar más a sus vecinos y atraer gran número de visitantes. Pero gracias a la orientación general de esos cambios, ha recuperado y enriquecido los principales rasgos de su identidad.
Una identidad siempre vinculada a la ría del Nervión, razón de ser de su origen y espina dorsal estructurante de su actividad, pero arrastrada y deteriorada por la evolución ambiental y económica de esa actividad durante los 1970. Durante los 1980 se culmina la reconversión industrial para frenar el deterioro económico y la ciudad puede afrontar su proceso de transformación urbano y ambiental.
Debido a esa vinculación esencial a la ría, muchos de estos cambios de medio y largo plazo de la ciudad han sido protagonizados, tanto en el fondo como en la forma, por las Obras Públicas. Y dentro de ellas, adquieren gran relevancia los muelles que la acompañan longitudinalmente y los puentes que permiten salvarla, de igual modo a cuanto ocurrió en su origen y durante su gran desarrollo del siglo XIX.
A finales del siglo XIX, una primera transformación sentó las bases del Bilbao del siglo XX, de la mano de un ingeniero de caminos: Evaristo Churruca. Sus obras portuarias en el Abra, hicieron posible el desarrollo de un nuevo territorio, ya que con la eliminación de la barra de Portugalete se facilitó el funcionamiento portuario de toda la Ría. En paralelo, los ingenieros de caminos Pablo Alzola y Ernesto Hoffmeyer, junto con el arquitecto Severino Achúcarro, diseñaron el Plan del Ensanche de Bilbao, siguiendo las ideas de otro ingeniero de caminos, Ildefonso Cerdá, para la ciudad de Barcelona. Ambas actuaciones constituyen el inicio del Bilbao moderno.
Antes y ahora, muelles y puentes han permitido aprovechar funcionalmente la ría, respetando su régimen hidráulico al tiempo que construían Bilbao, pues conformaban la ciudad y le otorgaban carácter en virtud de su forma y disposición entre sus calles.
Tradicionalmente, las referencias a estos muelles y puentes se refugiaba en un lenguaje más bien técnico. La formas conseguidas con los nuevos materiales y tipos estructurales eran analizadas y explicadas en relación con sus cualidades estéticas y su manera de resistir. Desde los 1980, sin embargo, ese discurso se ha enriquecido con una mayor atención al sitio donde se ubican las obras y a su capacidad para generar lugares y paisajes tanto en el campo como en la ciudad.
En ninguna otra ciudad española los puentes han adquirido tanta presencia ciudadana como en Bilbao. Desde el más antiguo de San Antón, cada época ha ido proveyendo los nuevos puentes exigidos por el crecimiento de la ciudad. Sobre todo, los más recientes han adquirido una nueva significación urbana, más allá de su necesaria funcionalidad y del orgullo tradicionalmente suscitado en los ciudadanos, debida al relevante papel de la ría recuperado por sus planificadores.
Los cuatro autores son unánimes al recalcar que, en Bilbao como capital industrial, el puente ha de ser de acero. Según Manterola, Bilbao, ciudad industrial por excelencia, parecía requerir la utilización del acero. Para Millanes, al estar al lado del Guggenheim, siempre se planteó metálico. Capellán insiste: el entorno nos hizo pensar en el Acero, en transformar Acero, en los huesos de Acero sobre la ría que son los puentes anteriores… Se trata al fin de homenajear al Bilbao de los metales. En su proyecto, aún no construido, Elkoroberezibar reconoce que el material ha de ser principalmente el acero, en referencia a la tradición siderúrgica de Bilbao.
Se trata de un buen fundamento pues, cuando en Inglaterra se empieza a utilizar el hierro en los puentes, los industriales bilbaínos proponen varios proyectos y la Academia de Bellas Artes, entonces competente para autorizarlos, los aplaude, aunque enseguida cambia de opinión siguiendo las directrices de Francia. Allí no había talleres ni fundidores capaces de fabricar esas piezas y, haciendo de necesidad virtud, Perronet prohibió el empleo del hierro fundido señalándolo como inseguro.
En Bilbao había más afinidad con los fundidores británicos que con los académicos franceses o españoles, y varios constructores planearon importar las piezas para construir varios puentes, aunque finalmente se hicieron de piedra y ladrillo. Pero el hierro siempre estuvo ahí como pretensión y muy pronto fue utilizado en el primer puente colgante construido en España, en Burceña (1823) sobre el Cadagua y en los tempranos arcos de fundición del puente de Isabel II (1848) sobre el propio Nervión, trasplantados y todavía en uso en el puente de Udondo, enfrente de Sestao.
También hay unanimidad al radicar su identidad en el tipo utilizado. En el caso de Manterola, el puente es una sección en “Z” que tiene su reflejo funcional perfecto, es decir, por un lado pasan los coches y por otro los peatones. Para Millanes, la clave está en integrar la planta de los circuitos dentro de la propia estructura. Para Capellán, la identidad reside en la particular manera en que se adapta la tipología y se formaliza en relaciones sutiles de mástiles, cables y tablero… la imagen de la sucesión de mástiles de la viga Fink invertida nos recuerda a la sucesión de grúas y chimeneas de la ría del Nervión. Para Elkoroberezibar, radica en el arco como elemento resistente clásico, que adopta en este caso su propia identidad.
También esto tiene raíces históricas pues, desde antiguo y con mejor o peor fortuna, los constructores bilbaínos de puentes parecen compartir ciertos rasgos profesionales. Primero, han actuado con un perfil tecnológico alto, de importante contenido de innovación. Segundo, de manera sostenida a lo largo de dos siglos, han demostrado interés hacia lo que se hacía fuera del país, con presencia y contactos permanentes en el exterior. Tercero, no han dudado en asumir explícitamente los riesgos empresariales habitualmente asociados al emprendimiento tecnológico. Como resultado, los puentes de Bilbao acumulan una buena cantidad de primicias y récords. De hecho, los tres puentes ya construidos de las siguientes entrevistas -el cuarto ha de esperar- son importantes logros técnicos por su novedad tipológica.
En ninguna otra ciudad española los puentes han adquirido tanta presencia ciudadana como en Bilbao. Desde el más antiguo de San Antón, cada época ha ido proveyendo los nuevos puentes exigidos por el crecimiento de la ciudad. Sobre todo, los más recientes han adquirido una nueva significación urbana, más allá de su necesaria funcionalidad y del orgullo tradicionalmente suscitado en los ciudadanos, debida al relevante papel de la ría recuperado por sus planificadores.
Los cuatro autores son unánimes al recalcar que, en Bilbao como capital industrial, el puente ha de ser de acero. Según Manterola, Bilbao, ciudad industrial por excelencia, parecía requerir la utilización del acero. Para Millanes, al estar al lado del Guggenheim, siempre se planteó metálico. Capellán insiste: el entorno nos hizo pensar en el Acero, en transformar Acero, en los huesos de Acero sobre la ría que son los puentes anteriores… Se trata al fin de homenajear al Bilbao de los metales. En su proyecto, aún no construido, Elkoroberezibar reconoce que el material ha de ser principalmente el acero, en referencia a la tradición siderúrgica de Bilbao.
Se trata de un buen fundamento pues, cuando en Inglaterra se empieza a utilizar el hierro en los puentes, los industriales bilbaínos proponen varios proyectos y la Academia de Bellas Artes, entonces competente para autorizarlos, los aplaude, aunque enseguida cambia de opinión siguiendo las directrices de Francia. Allí no había talleres ni fundidores capaces de fabricar esas piezas y, haciendo de necesidad virtud, Perronet prohibió el empleo del hierro fundido señalándolo como inseguro.
En Bilbao había más afinidad con los fundidores británicos que con los académicos franceses o españoles, y varios constructores planearon importar las piezas para construir varios puentes, aunque finalmente se hicieron de piedra y ladrillo. Pero el hierro siempre estuvo ahí como pretensión y muy pronto fue utilizado en el primer puente colgante construido en España, en Burceña (1823) sobre el Cadagua y en los tempranos arcos de fundición del puente de Isabel II (1848) sobre el propio Nervión, trasplantados y todavía en uso en el puente de Udondo, enfrente de Sestao.
También hay unanimidad al radicar su identidad en el tipo utilizado. En el caso de Manterola, el puente es una sección en “Z” que tiene su reflejo funcional perfecto, es decir, por un lado pasan los coches y por otro los peatones. Para Millanes, la clave está en integrar la planta de los circuitos dentro de la propia estructura. Para Capellán, la identidad reside en la particular manera en que se adapta la tipología y se formaliza en relaciones sutiles de mástiles, cables y tablero… la imagen de la sucesión de mástiles de la viga Fink invertida nos recuerda a la sucesión de grúas y chimeneas de la ría del Nervión. Para Elkoroberezibar, radica en el arco como elemento resistente clásico, que adopta en este caso su propia identidad.
También esto tiene raíces históricas pues, desde antiguo y con mejor o peor fortuna, los constructores bilbaínos de puentes parecen compartir ciertos rasgos profesionales. Primero, han actuado con un perfil tecnológico alto, de importante contenido de innovación. Segundo, de manera sostenida a lo largo de dos siglos, han demostrado interés hacia lo que se hacía fuera del país, con presencia y contactos permanentes en el exterior. Tercero, no han dudado en asumir explícitamente los riesgos empresariales habitualmente asociados al emprendimiento tecnológico. Como resultado, los puentes de Bilbao acumulan una buena cantidad de primicias y récords. De hecho, los tres puentes ya construidos de las siguientes entrevistas -el cuarto ha de esperar- son importantes logros técnicos por su novedad tipológica.
FMA
La transformación de Bilbao. Monográfico. Revista de Obras Públicas del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, nº 3559, nov. 2017.
Otaola, Pablo; 2007. La transformación de Bilbao. Urbe de servicios, negocios y cultura de primera magnitud. Especial País Vasco. Revista Cauce 2000, 237 (2007). Colegio Ingenieros de Caminos, Madrid: 42-49.
Muy relevante |
Alto interés |
Muy alto referente en la memoria colectiva |
Muy singular |
Conserva vestigios de distintos periodos |
Impulsor de la atmósfera del lugar |