Puente de Alcántara


104 d.C.

PUENTE|PIEDRA
EXTREMADURA | CáCERES | TAJO - SALOR



Descripción:

El puente de Trajano o de Alcántara, sobre el Tajo en Extremadura, es un ejemplo obligado cuando se reflexiona sobre los puentes. Es, seguramente, el puente que más superlativos ha cosechado: Puente imponente, obra notable, ninguno de tan grande y maravillosa fábrica, cosa muy celebrada, suntuosa y célebre fábrica, obra soberbia, obra portentosa, magnífico, el más soberbio y memorable... Se trata, además, de un puente bien documentado; se conoce su autor, Cayo Julio Lacer, su fecha de terminación, año 104, y todas sus vicisitudes históricas.

Sorprendentemente, su ubicación parece fruto de un impulso local y no de intenciones estratégicas. El puente fue construido y costeado por un grupo de once municipios interesados en la obra, por lo que no se puede considerar como una obra pública de la red principal, habitualmente financiadas por el Estado.

Sabemos, incluso, que los romanos contaban con dos grandes puentes sobre el Tajo en esa zona, en el espacio de sólo seis leguas: el de Turmulos, desaparecido hace tiempo, y el de Alcántara. En cualquier caso, el emplazamiento fue elegido en la busca de las mejores condiciones de apoyo en las laderas y en el lecho.

Y la elección fue acertada, pues el puente de Alcántara es «el edificio más duradero creado por la mano del hombre, y ha resistido en plena forma el paso del tiempo».

Su esquema demuestra una perfecta adecuación de la tecnología romana de construcción de puentes al emplazamiento elegido. La primera decisión fue la altura del tablero, a unos 40 m sobre el agua, lo que es verdaderamente excepcional, pero se ajusta a lo exigido para evacuar las máximas avenidas. Simultáneamente, esa rasante coincide con el punto en que las laderas incrementan su pendiente y comienzan a formar la uve del cauce del río.

A partir de ahí, el número y luces de los vanos vienen fijados por la anchura del cauce a salvar. La tecnología de la época no podía salvar el vano de una sola vez, y el ingeniero Lacer eligió situar una pila en el centro y construir dos vanos de 28,80 m, que era la mayor luz practicable, hacia los lados. Los siguientes arcos podrían haber sido otros dos de similar luz, completando el puente con cuatro vanos, pero Lacer eligió dos en cada lado, de luces decrecientes de 21,9 y 13,80 m. Con ello, el puente se configuró con una pila central, resaltada por un arco honorífico colocado sobre el tablero, y tres vanos de luces decrecientes a cada lado.

Todo eso confiere al puente un papel protagonista en la organización del lugar. La pila central actúa de eje vertical ordenador, y su importancia queda realzada por el escalonamiento de las luces y por el arco honorífico. Por otra parte, la situación en altura del tablero encaja el alzado en nivel justo, en perfecta adecuación con la morfología de la ladera. También es clara la posición del puente en sentido longitudinal al río, que viene definida por el punto de mayor proximidad de ambas laderas. En la reconstrucción de 1859 se añadieron unas explanadas con muros de contención de mampostería, perpendiculares al puente en los dos accesos, quizás estéticamente innecesarios pero con el claro papel de centrar y ordenar el paisaje en torno al puente.

Con todo ello, el puente se encaja con perfección en las tres dimensiones a la morfología del entorno, un cruce de un valle en V con un río bronco y caudaloso. No sólo soporta bien el reto del abrupto y rocoso emplazamiento, sino que lo hace gravitar sobre él. El puente parece desafiar a un paisaje vasto, enorme y desolado, y muestra un fuerte carácter: Es obra de tanta braveza y majestad que pone espanto a quien lo ve, escribió Antonio de Morales, para quien el puente generó claramente el lugar: Por edificio de Trajano se tiene la puente de la ciudad de Alcántara sobre el río Tajo, y así dicen que el lugar se llamó desde aquel tiempo puente de Trajano. Se entiende que los moros, por la grandeza y la excelencia de este edificio, llamaron a este lugar la Puente, que eso quiere decir Alcántara en arábigo. Lo que yo creo, por cierto, es que cuando este puente se hizo, no había lugar alguno, escogiéndose aquel sitio por ser el río, con las peñas de ambas riberas, firme para fundar tan bravo edificio.

El diseño de la estructura muestra una enorme voluntad de simplificación. No hay nada superfluo, y el puente se afirma en su grandeza sin permitirse la menor concesión. La estructura hidráulica se entronca en la mecánica con la prolongación de las pilas en pilastras adosadas a los tímpanos hasta la cornisa. Normalmente, los tajamares no llegan hasta arriba, pero en Alcántara hay una clara integración que refuerza la unidad del puente. Las formas son simples, tanto en sección como en alzado, con paramentos de los arcos y tímpanos totalmente planos. Las relaciones entre vanos y macizos y entre alturas y arcos son sencillas y armónicas.

Fernández Casado, quien mejor ha estudiado este puente, resume esa perfección calificándolo como el puente por excelencia, pues define no sólo un estilo de puente, sino el puente como estilo constructivo.    

Tanto el puente de Alcántara como el de Mérida han desarrollado una relación de necesidad entre esos problemas estructurales e hidráulicos específicos y su articulación morfológica, convirtiéndose en referentes obligados para todos los puentes construidos posteriormente. Que nadie construya un puente sin haber visitado antes Alcántara, pedía Fernández Casado tras intervenir en ambos puentes romanos.

En España, la utilización simbólica de los puentes corrió pareja a las necesidades de reafirmación nacional o local sobrevenidas durante su construcción. El caso de la inauguración de las obras de restauración del puente de Alcántara, realizadas en 1860, es paradigmático.

FMA

Bibliografía:

Aguiló, Miguel; 2007. El carácter de los puentes españoles. ACS, Madrid, p.52, 85-86, 284-286.

Brunet, Pere; [et al.]; 2006. Puente de Alcántara: Cayo Julio Lacer. Real Academia de Ingeniería, Madrid.

Fernández Casado, Carlos; 1981. Historia del puente en España. Instituto Eduardo Torroja, Madrid, p.61-122.

Liz Guiral, Jesús. El puente de Alcántara: arqueología e historia. CEHOPU, Madrid ; Fundación San Benito de Alcántara, Alcántara (Cáceres).

López García, Mercedes; 2001. Criterios de actuación en la reparación del puente de Alcántara: respeto y economía. El informe del ingeniero Pelilla (1841). OP Obra Pública, 56, vol. II (2001):  (76-81).

 

Valoración:


Muy relevante

Muy alto interés

Muy alto referente en la memoria colectiva

Muy singular

Conserva vestigios de distintos periodos

Impulsor de la atmósfera del lugar