Puerto de Mahón


siglo XVII

PUERTO|HORMIGóN Y VARIOS
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Descripción:

La importancia estratégica del puerto de Mahón –que podía controlar la base francesa de Tolón– motivó continuos acechos y ocupaciones de Menorca, que Mallorca tuvo que vigilar con atención.

Según el Derrotero, «la isla de Menorca es rasa, bastante pareja, toda limpia y de orillas hondables, de las que apenas salen algunos pocos islotes y bajos; altea solamente en el centro, donde descuella el monte Toro, que en forma de cono se eleva 350 m sobre el nivel del mar». Sus costas reflejan los dos tipos de paisaje producidos por una gran falla tectónica que recorre la isla de lado a lado. La mitad norte es de estructura geológica antigua de naturaleza ácida variada, recortada por abundantes entrantes y promontorios alternados con calas, con relieve ondulado y bastante vegetación siempre barrida por el viento. La mitad sur es más homogénea, formada por calizas y molasas que proporcionan un relieve de mesa alta y plana, bruscamente tajado en la costa, que se presenta generalmente rasa, alta y acantilada con calas algo más pequeñas y alguna larga playa.

En su extremo oriental se abre el gran puerto de Mahón, una larga hendidura natural orientada de sureste a noroeste, producto de esa gran falla. Su especial configuración hace innecesaria cualquier obra de abrigo y permite disponer de una gran superficie de agua, con profundidades considerables y convenientemente protegida del viento norte dominante en la isla. El puerto presenta un abrigo excepcional por su longitud y estrecha entrada, formada por la península de la Mola y la punta de San Felipe. Es profundo, de recortado perímetro con distinto carácter en el lado norte y sur, correspondientes a su posición a ambos lados de la falla, y tiene varias ensenadas y calas en su interior.

El Port Maó tiene algo de arquetípico, tan bien formado y dispuesto como para que haya innumerables testimonios de viajeros ilustres que dan fe de sus virtudes, de forma que se ha construido una imagen del sitio, más o menos basada en la realidad, pero siempre caracterizada por notas de belleza, excelente situación, y refugio.

A comienzos del XVIII, decía el cardenal de Retz: «Port-Mahón es el más hermoso del Mediterráneo. Su embocadura es estrecha [...] pero se amplía de pronto y forma una gran ensenada oblonga, de media legua de longitud.

Una gran montaña, que la rodea por todos lados, forma un teatro que abre mil y un escenarios que son, sin exageración, más hermosos que los de la Ópera».

Siempre fue considerado como un gran puerto: según frase atribuida a Andrea Doria «Junio, julio, agosto y Mahón, los mejores puertos del Mediterráneo son». Por otra parte, su situación central en el Mediterráneo occidental le confiere un gran valor estratégico, antes para el corsarismo y la guerra naval, ahora para la navegación de recreo, y siempre como seguro refugio para todo tipo de barcos.

No es seguro cuando llegaron los primeros pobladores a la isla, repleta de vestigios prehistóricos, y tampoco lo es el origen del nombre de Mahón. Unos atribuyen la fundación de la ciudad a Magón, hermano del cartaginés Aníbal Barca, que tomó Cerdeña y las Baleares el año 550 a.C. y fundó el Portus Magonis. Otros dicen que Magona, denominación recogida en una carta del obispo Severo en el año 417, fue la latinización de Maghen, cuya etimología semítica es escudo, protección, defensa. Los romanos conquistan las islas el 123 a.C., con la idea de erradicar el corsarismo, que es una constante vinculada a las Baleares. En Menorca las fuentes citan tres ciudades, Mago, Iamo y Sanisera, identificados como Mahón, Ciudadela y Sanitja –una pequeña rada en la costa norte, tras el cabo de Caballería–.

El corsarismo era un acontecimiento rutinario en el mar balear pero, a finales del siglo XV, se produjo una súbita escalada alimentada por los moros granadinos expulsados de España y por la afluencia progresiva de naves turcas en el Mediterráneo oriental. A causa de ello, Menorca, que no tenía defensas suficientes para resistir un ataque organizado, vivió asediada durante buena parte de los siglos XVI y XVII.

El año 1534, el pirata Barbarroja, hostigado por la Armada española, realizó un sangriento saqueo y destruyó la ciudad.

Este hecho «sa desgràcia» dio lugar a que Carlos I ordenara construir el castillo de San Felipe, situado en el lado sur de la boca del puerto, para su protección y defensa. A mediados del siglo y durante todo el XVII, la isla refuerza su primario sistema de vigilancia, construyendo una red de atalayas y torres de defensa costanera, conectadas visualmente unas con otras y con el puerto de Mahón.

A la entrada del puerto se deja por babor ese castillo de San Felipe, ahora un promontorio de extrañas formas formado por las ruinas de una imponente fortaleza «que debió ser una de las más importantes del mundo a principios del siglo XVIII». Situado en la boca del puerto, el fuerte era muy visible y caracterizaba con su potencia la imagen de refugio que ofrecía Mahón. Aparece, tanto en planta como en los dibujos que orlaban los mapas, en toda la cartografía histórica del puerto, que es extraordinariamente amplia y variada.

A mediados del XVIII, que fue la época de su máximo esplendor, el conjunto fortificado constaba de varios elementos.

En primer lugar, el antiguo fuerte estrellado construido en tiempos de Felipe II, de planta cuadrada con cuatro baluartes, cuatro lienzos de muralla o cortinas que los unían y un foso que lo separaba del revellín o plataforma. En torno a esta formación se fueron construyendo nuevos revellines y un nuevo foso más amplio. En segundo lugar, existía un recinto poligonal que separaba al anterior de la parte de tierra, con una serie de reductos y lunetas, construidos después por los ingleses, que aislaban totalmente el fuerte, situado entre el puerto y la pequeña cala de San Esteban.

Fuera de ese recinto principal existían varios fuertes exteriores de complemento. El de Filipet, en la otra orilla del puerto, donde luego se asentaría el lazareto, fue construido por los españoles en el siglo XVII. En el extremo oriental de la península ocupada por el fuerte principal existía otro pequeño fuerte, denominado de San Carlos, construido también en la misma época. Y en la orilla opuesta de la cala de San Esteban se sitúa el fuerte Marlborough, construido por los ingleses como apoyo sur del fuerte principal.

La fortaleza jugó un importante papel en todas las invasiones de la isla. Fue tomada por las tropas francesas al mando del duque de Richelieu, que había desembarcado en Ciudadela y cruzado la isla por tierra, en 1756. Luego fueron las fuerzas españolas, al mando del duque de Crillon desembarcado en la cercana Cala Mesquida y tras un sitio de varios meses, en 1782. Carlos III ordena su demolición, basándose en la idea de que el fuerte era más útil a las fuerzas de ocupación, con pocos efectivos para defenderse, que a las españolas, que por estar situadas más cerca permitían disponer de guarniciones numerosas.

Con los materiales del derribo se construirá unos años más tarde el lazareto, situado «detrás del cabo mola, en una lengua de tierra correspondiente a filipet [...] de suelo petroso flojo, rodeada de mar en toda su circunferencia a excepción de un ismo, el cual podría cortarse a poca costa y dejar absolutamente aislado el lazareto». Además podía usar Cala Tagera (hoy Taulera) como puerto particular para albergar embarcaciones apestadas, completamente aislado del puerto general y que se podía cerrar fácilmente con una cadena.

El edificio fue construido entre 1793 y 1807, y estaba organizado en cuatro departamentos con entrada independiente, dedicados a la patente limpia, sospechosa, sucia y apestada, y una capilla circular en el centro. El conjunto estaba rodeado de doble pared y vigilado por varias torres, y se accedía a su interior por una rampa conectada con un precioso muelle semicircular. La patente limpia –no realizada en un principio– estaba destinada al personal médico y de servicio. La patente sospechosa albergaba a personas que hubiesen tenido contacto con lugares o barcos potencialmente apestados pero, si había certeza del contacto, se recibían en el edificio de la patente sucia. La patente apestada se reservaba a la gente enferma de la peste y estaba en el edificio más aislado, situado al lado del cementerio. Las mercancías sospechosas se colocaban en dos grandes almacenes de dos plantas para ventilarlas durante la cuarentena.

El lazareto de Mahón tuvo una extraordinaria importancia para la navegación y la sanidad española del siglo XIX y sus muelles acogieron en menos de un siglo a 13.587 barcos. Hoy se ha reconvertido en residencia del Ministerio de Sanidad.

Menorca, cedida a Inglaterra en el tratado de Utrecht, vivió su edad de oro en el siglo XVIII. Dejó de vivir asediada de espaldas al mar, sintió los efectos de la eficacia del sistema colonial inglés y el efecto multiplicador de las inversiones de instalación y mantenimiento de la base naval inglesa. La capital se trasladó a Mahón, sin duda por la importancia del puerto para los ingleses y la población se multiplicó por tres. A la sombra del pabellón inglés, no sólo se podía comerciar con infinidad de puntos y exportar e importar prácticamente todo, sino que también se amparó el corsarismo. Los ingleses concedieron numerosas patentes de corso, para atacar desde Menorca al comercio naval español y francés, existiendo en el puerto más de 80 buques con una dotación de unas tres mil personas dedicadas a ello.

Fruto de la dominación inglesa fue también la construcción de una ciudad, llamada Georgetown –luego Villacarlos y recientemente Es Castell– en sustitución de un antiguo arrabal que estaba junto al castillo de San Felipe.

Fue fundada en 1711 y es un buen ejemplo de urbanización típicamente inglesa, que influye en otras ciudades marítimas españolas. Las manzanas son alargadas y de poco fondo y en el centro se abre un square compuesto, como los ingleses, con manzanas giradas 90º respecto a las restantes, para que no den a la plaza sus lados menores.

En este período, el puerto sirvió de refugio seguro para flotas propias y amigas en dificultades. En 1742, el almirante Haddock se encontró en el Mediterráneo ante las flotas francesa y española juntas y, ante la superioridad de la flota combinada, no tuvo otra opción que retirarse al puerto de Mahón. En 1770, una flota enviada por Catalina la Grande a Turquía se reagrupó en Mahón antes de salir para la batalla naval de Chios, en las islas jónicas. Ese mismo año una escuadra danesa al mando del contralmirante Kaas, que había atacado Argel sin éxito, se retiró a Mahón. Pocos años después, los españoles, junto a los franceses, entraron en guerra con los ingleses y, el 5 de febrero de 1782, ambas flotas tomaron el puerto de Mahón, donde los ingleses se rindieron debilitados por la falta de suministros y el escorbuto.

Ya los ingleses quisieron levantar otra fortaleza en el promontorio que domina la boca por su lado norte y empezaron a construir el fuerte Ana, pero se abandonó el proyecto a pesar del reconocimiento del valor estratégico de la Mola para la defensa del puerto. En 1782, el ingeniero Blas Zappino, encargado de la demolición del castillo de San Felipe, aconsejó fortificar la Mola para asegurar la defensa del puerto y en 1840, tras una nueva dominación inglesa y otra nueva demolición del nuevo castillo levantado por los ingleses en San Felipe, se realizaron nuevos proyectos.

Las obras empezaron en 1850 y continuaron durante muchos años, gastándose importantísimas sumas de dinero: en 1883 se llevaban gastados más de doce millones de pesetas y todavía trabajaban en ella más de 400 jornaleros, aunque años atrás llegó a haber más de mil.

Como su propio nombre indica, la Mola es un alto promontorio desolado y pedregoso, batido por todos los vientos, que alberga un impresionante laberinto de túneles, galerías, casamatas, troneras, fosos y bastiones. La fortaleza, llamada de Isabel II, nunca se vio envuelta en ninguna acción militar y las múltiples ampliaciones y remodelaciones con nuevo armamento fueron quedando obsoletas. Pronto se convirtió en prisión militar y en la guerra civil fue utilizada como sucesivo lugar de fusilamiento por ambos bandos. Esa historia y la carencia de hazañas militares gloriosas hace que la Mola no sea un sitio muy querido por los menorquines, que prefieren referirse a ella en términos náuticos como la punta Esperó, que es el lugar más oriental de España.

En el centro del puerto se encuentra la isla del Rey, donde quedan restos de una basílica paleocristiana de planta rectangular sin columnas y orientada hacia la entrada del puerto.

La isla está presidida por las ruinas del hospital militar, fundado por los ingleses en el siglo XVIII, quienes la denominaron Bloody Island. La tradición cuenta que allí acampó el rey Alfonso III para reunir su flota diezmada por la tramontana y, viendo que sus tropas pasaban sed, clavó su espada en la tierra y surgió el manantial que mana en el centro.

Un poco más hacia el fondo, a la altura de Cala Rata, había una isla pequeña, sin relieve, que conoció muchos nombres: Illa de ses Rates, Illa des Gegants, Trepasi, Golgotha, Trespasos, Trapassati e Illa dels Penants. En ella eran ajusticiados y enterrados los condenados durante la dominación inglesa y dada su situación, los castigos eran bien visibles por el pueblo. Por ello, la isla siempre fue un lugar maldito y, como además resultaba un estorbo para las maniobras de atraque de los barcos, fue dinamitada y dragada en el año 1936.

Al fondo del puerto y en su orilla sur se sitúa la ciudad de Mahón que, en el siglo XV disponía de un recinto amurallado con cinco puertas y creció después hacia sus arrabales, naciendo Sa Raval hacia el oeste y Sa Ravaleta hacia el este. Todos los edificios monumentales son neoclásicos, como testimonio de su época de esplendor. Junto con Es Castell y San Louis, una villa de fundación francesa situada algo más al sur, agrupan más de la mitad de la población insular. En la orilla norte «s’altra banda» está la base naval, aprovechando una antigua isla –de Safren o de Mahón– ahora unida a tierra, donde se situó un varadero.

FMA

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Valoración:


Muy relevante

Medio interés

Muy alto referente en la memoria colectiva

Singular

Conserva vestigios de distintos periodos

Impulsor de la atmósfera del lugar